La pandemia del COVID-19, la suspensión de la actividad escolar y su retorno en unas condiciones inciertas obligan a no aplazar más una tarea que de hecho ya estaba pendiente: la reinvención del servicio educativo de las escuelas infantiles. En clave propositiva, sin olvidar la coyuntura y en un tono sereno, lleno de citas y casi poético, el autor va de lo global a lo concreto; de la cosmovisión ecològica y feminista a que nos lleva esta nueva realidad, al poner nombre y empieza a tirar de hilos para cada uno de los aspectos internos y externos que involucran a la escuela infantil y su función en una sociedad que, citando a Najmanovich, quiere más cuidadana.
Lo primero. Reconocer las situaciones y consecuencias trágicas y dolorosas que a diversas personas ha traído o está vehiculando esta pandemia.
La aparición de la COVID-19 nos da la oportunidad, los tiempos, para repensarnos y salir de ciertas inercias, moldes o graves errores en lo que habíamos caído, en esa mal llamada normalidad.
Si algo aparece en el horizonte como seguro es la incertidumbre. Los y las investigadores e investigadoras de la complejidad hace tiempo que hablan de ella, pero nunca antes nos atraviesa el cuerpo profundamente, rasgándonos, y nos ofrece, paradójicamente, la posibilidad de pensar, sentir y actuar de forma diversa. Según Edgar Morin, uno de los pensadores más prolíficos de este paradigma (entendido como una raíz organizadora que estructura un marco de sentido), dice que estamos en un océano de incertidumbre con algunos archipiélagos de certeza. Y es ahí donde podemos surfear en las aguas de lo incierto para esperar lo inesperado porque vivir (y no sobrevivir), para el pensador francés, supone afrontar continuamente la incertidumbre, para desvelar las posibilidades de habitar este mundo de forma poética con realización plena de las potencialidades del amor y del juego. Y desde ahí reinventarnos sin recurrir a esa idea espeluznante de nueva normalidad, que se mueve en una norma impuesta y, por tanto, controladora que no abre las puertas suficientemente a la creatividad, a la imaginación o a lo lúdico y a lo diverso.
Tenemos la oportunidad de abrir preguntas sin ahogarlas con prontas respuestas y de tomar la corresponsabilidad de imaginar una escuela sin esperar que los “sabios y sabias” nos digan cómo tiene que ser todo.