El pasado día 21 de agosto moría Sir Ken Robinson, impulsor y sobre todo, divulgador, de una educación basada en los necesidades de los niños y niñas. Su idea de una escuela que cuidara de la creatividad estuvo presente en sus publicaciones y charlas grabadas en video que se hacían rápidamente virales.

Uno de sus últimos artículos divulgativos, publicado en Wired con el título “Standardisation broke education. Here’s how we can fix our schools” (“La estandarización estropea la educación. Así es como podemos arreglar nuestras escuelas “), podría ser considerado su “testamento” pedagógico. Vuelve sobre lo que sería su leitmotiv a lo largo de su carrera, la necesidad de personalizar la educación en cada niño. Pero en el artículo, Robinson hace énfasis en un aspecto no siempre tenido en cuenta por parte de las personas que defienden la educación respetuosa: que ésta es imprescindible también para el buen funcionamiento de la sociedad. Lo que él llama la “deprimente cultura de la estandarización”, tiene como resultado “la marginación de las capacidades que los niños en realidad tienen para crear un mundo más equitativo y sostenible – que entiendo que son la creatividad, la ciudadanía compasiva y la colaboración”.

Tecnología y creatividad

Para Robinson, pues, y dada la emergencia climática en la que vivimos, pero también la gran revolución tecnológica en la que estamos inmersos, no se trata sólo de respeto por las necesidades y ritmos de los niños, sino de hacer una tarea “deliberada” por “celebrar y cultivar estas fuerzas”. “La cultura y la creatividad siempre han sido potenciadas por la tecnología. Las grandes herramientas hacen dos cosas. Primero, amplían el alcance de lo que podemos hacer físicamente. Pero las herramientas transformativas también abren nuestra mente. El arado hizo más fácil remover la tierra. Y con el tiempo, también dio la vuelta a formas enteras de vida”, reflexiona Robinson.

Ante un momento en que la inteligencia artificial está cada vez más presente, “debemos preguntarnos a nosotros mismos, ¿qué nos distingue como humanos? ¿cuáles son las cualidades que deberíamos estar celebrando?”. Esto, por supuesto, obliga a repensar de manera total “el ecosistema de la educación”.

A pesar del título del artículo en Wired, Robinson no da “pistas” concretas para “arreglar las escuelas”. Y es que tal vez para “arreglar” las escuelas no hay que ponerse muy solucionadores, sino más reflexivos y más vivenciales. Al fin y al cabo no se trata de poner en marcha muchos recursos y técnicas (que a veces sin darnos cuenta nos ponen más presión encima) sino, como dice el propio Robinson, de “potenciar las condiciones correctas para que la gente aprenda; hacer la educación menos formulista y más orgánica”.