Reflexiones para empezar

Las autoras forma parte del equipo del CEIP Santos Samper de Almudévar (Huesca), inmerso en un proceso profundo de transformación del patio de recreo. A partir de esta experiencia, reflexionan sobre la necesidad y la oportunidad de dedicar tiempo, reflexión y espacios de participación real a los procesos de cambio que se están realizando en los patios de las escuelas, para que estos procesos sean realmente transformadores.

Desde hace algún tiempo la sensibilidad de las comunidades educativas está cambiando. De forma paralela a esta nueva sensibilidad, se están escribiendo bastantes artículos sobre las ventajas de la transformación de los patios escolares en espacios naturales de juego y aprendizaje al aire libre. En este contexto de cambio, algunos colegios se han lanzado al proceso de transformar su espacio exterior en un lugar promotor de bienestar para las niñas y niños. Está claro que son avances muy positivos.

Sin embargo, creemos que muchos de los procesos que hemos podido seguir han llevado un ritmo tal vez demasiado rápido y generalmente cuando se dan a conocer solo se muestran los resultados. Buena parte de ellos se centran en pintar juegos en el suelo, murales en las paredes, incorporar una serie de elementos de juego o, con suerte, algo de vegetación. En la mayoría de los procesos, los adultos somos quienes hemos considerado que era lo importante para el desarrollo del alumnado, sin una reflexión profunda individual ni colectiva, sin formación previa sobre el tema y sin promover una participación comunitaria real. En ocasiones, se tiene presente el valor indispensable de la participación de los niños y niñas, pero se asimila participación infantil a preguntarles qué quieren tener en su patio. Consultarles no es participar, es simplemente dejar que se expresen. La participación necesita tiempo, formación y entrenamiento.

Cultura participativa

Para participar en la toma de decisiones tienes que sentir que tus aportaciones serán realmente tenidas en cuenta, y establecer la estructura y herramientas necesarias para ello.

Para participar en la toma de decisiones tienes que sentir que tus aportaciones serán realmente tenidas en cuenta, y establecer la estructura y herramientas necesarias para ello. Sin formación y sin hábito participativo, la opinión del alumnado es probable que sea poco ajustada a las posibilidades, aunque la persona adulta crea que ha promovido la participación infantil y le dé un gran valor. No tenemos cultura participativa, ni las personas adultas ni las niñas y niños. Fomentar nuestra capacidad democrática activa sería también una función a desarrollar, como mínimo, por el centro educativo. Como dificultad añadida es posible que algunas personas (niños y adultos) se sientan fuera de la propuesta de formar parte porque las pautas para participar se plantean en parámetros etnocentristas, sin incorporar las de nuevos residentes provenientes de otras culturas. Otras, porque no están acostumbradas a participar y necesitan más explicación, o bien no tienen interés en hacerlo. Puede ser este el momento de preguntarnos ¿cómo atraer a los que no participan? ¿por qué no participan? ¿cómo implicar a los que no están de acuerdo? ¿cómo llegar a los que les da igual? Si fueran preguntas fáciles ya sabríamos la respuesta porque siempre nos planteamos las mismas cuestiones.

Aprendiendo de algunos errores, pensamos que la clave de una transformación profunda es un lento inicio y un lento proceso, con pequeños avances enlazados en el tiempo. Son caminos dinámicos y vivos, en los que es importante alcanzar pequeñas metas y terminar fases, ésto ayuda a la comunidad a visibilizar cambios y a disfrutar del caminar. Avanzar ayuda mucho, correr no es necesario. Gloria Fuertes supo definirlo de forma clara y contundente, “La gente corre tanto porque no sabe dónde va, el que sabe dónde va, va despacio, para paladear el ir llegando” (Fuertes, 1981, p. 283). Con facilidad descuidamos los momentos iniciales de los procesos, esos en los que parece que no sucede nada pero que sostendrán todos los tiempos posteriores. Somos conscientes de que no es sencillo encontrar este equilibrio entre el proceso lento y el avanzar, pero hay que hacer todos los esfuerzos necesarios para que así sea.

Como empieza a ser previsible, este artículo va a poner especial atención en el inicio del proceso que podría ayudar a una comunidad a compartir proyectos colectivos como el que se está desarrollando en el CEIP Santos Samper de Almudévar. Pocas veces divulgamos sobre la básica reflexión inicial de hacia dónde vamos, quiénes vamos, por qué lo hacemos y qué compromisos adquirimos.

Las fases del proceso

Nuestro grupo ha aprendido al equivocarse, no pretendemos ser expertas ni sabemos cómo hacer que todos los procesos sean exitosos. Lo que os transmitimos se trata de pura inferencia, después cada cual que saque sus propias conclusiones. Nuestras propuestas se basan en los aprendizajes adquiridos como comunidad durante nuestro propio proceso. No obstante, son solo las nuestras y cada contexto necesitará ajustarlas a sus participantes, posibilidades, dificultades y objetivos colectivos.

Para el pasado Congreso Internacional de Innovación Educativa celebrado en Zaragoza en septiembre de 2018, elaboramos un documento en el que establecimos las fases que considerábamos útiles en un proceso comunitario de transformación de un patio escolar. Las recordamos como posible guía (Hernando y Tena, 2018):

− Fase I. Fase de reflexión, generación de grupo y establecimiento de objetivos:

          I. I Identificación de motivaciones personales.

          I.II Contacto con personas clave de la comunidad y creación de grupo.

          I.III Conocimiento de las necesidades y expectativas de todos los colectivos participantes.

− Fase II. Fase difusión,  concienciación e interiorización de los beneficios, responsabilidades y cambios que provocará el nuevo espacio.

− Fase III. Plan de participación en el diseño del nuevo patio y en la elaboración del proyecto.

− Fase IV. Ejecución y participación en la construcción colectiva del patio.

− Fase V. Observación del espacio en juego, evaluación, elaboración del proyecto educativo del espacio y de documentación pedagógica.

Estas fases no tienen por qué ser una línea recta, ni seguir el orden que proponemos.

Creemos que buscar la satisfacción en la vivencia del proceso y no en los resultados será la clave de su mantenimiento a largo plazo.

Las fases I, II, y III por definición son lentas. La observación usada transversalmente desde el principio del proceso favorece la reflexión que permitirá  una acción meditada y poco impulsiva. Observar es también en sí misma una acción lenta. Sin embargo, en la práctica, parece que los grupos desean pasar rápido por las tres primeras fases, o incluso saltarlas, para situarse con intensidad en la fase IV. Elaborar la documentación relacionada con la fase V se intuye como tediosa y poco atractiva para la mayoría de las comunidades. Aunque nuestro impulso natural es actuar para ver resultados y descargar con ello la energía que generamos al motivarnos por un objetivo que nos moviliza internamente,  creemos que buscar la satisfacción en la vivencia del proceso y no en los resultados será la clave de su mantenimiento a largo plazo. Actuar sin una reflexión lenta, es minimizar la posibilidad de provocar cambios profundos, es lavar la cara de los espacios, es cuidar su estética en el contexto de dinámicas tradicionales no siempre demasiado democráticas. Cambiar requiere poner en suspensión formas de entender y de hacer que considerábamos útiles, valiosas, pensar sobre “el todo”, y no solo sobre el patio.

Necesidad de formación

Un verdadero cambio pedagógico y comunitario requiere como mínimo la implicación reflexiva, responsable y duradera de las familias y de los profesionales.

Como el cambio está en todo, también lo está en nuestra visión. Después de establecer las fases que estructuramos en septiembre de 2018, nos hemos dado cuenta que sería favorecedor incluir una previa, una fase 0 para dedicar un tiempo esencial de formación de toda la comunidad. Es verdad que en este momento se está ofertando bastante formación en torno a la transformación de espacios educativos, pero también lo es que realizar un taller de varias horas sobre este tema sirve para aumentar la curiosidad y la motivación, para despejar algunas dudas, pero es necesario profundizar mucho más. Cuanto más se forme una comunidad mejor nos vamos a entender todos los agentes y más fácil será consensuar los objetivos educativos y sociales en torno al nuevo espacio. Como sugerencias podemos solicitar formación para todo el claustro, compartir aprendizajes con familias y docentes de centros cercanos para optimizar recursos, crear una zona de biblioteca sobre este tema, un grupo de lectura, abordarlo de forma constante en las reuniones con familias y en las aulas…..sin conocimiento es probable que acabemos haciendo arreglos, pequeños apaños en la apariencia, pero no transformaciones reales. Si una comunidad no demuestra interés por formarse, tal vez no es el momento de seguir con la propuesta. Si una comunidad tiene prisa por actuar sin reflexionar, tal vez tampoco sea el momento. Este matiz es importante, un verdadero cambio pedagógico y comunitario requiere como mínimo la implicación reflexiva, responsable y duradera de las familias y de los profesionales. Juntos, será momento de plantearse qué tipo de colegio queremos, qué tipo de sociedad pretendemos ayudar a construir, y qué tipo de relaciones y derechos promovemos en el espacio educativo y fuera de él. Si entendemos el proceso dentro de este marco de introspección personal y comunitaria, la formación individual y colectiva será indispensable.

Si solo el grupo o comisión encargada de diseñar los espacios tiene claros los grandes objetivos que marcan el camino, a lo largo del tiempo es muy probable que se vayan desvinculando algunos participantes y que sea complicado integrar a nuevos miembros. El colegio tiene que transmitir estos objetivos comunes desde los inicios de cada curso con todo el claustro, con cada grupo, abordarlo con familias y alumnado, integrarlo de verdad en el Proyecto Educativo de Centro, en los diferentes proyectos curriculares y en las programaciones de aula.

Además, cuando la comunidad reflexione, hay que observar si lo que estamos imaginando o diseñando permite la experimentación libre, el enfrentarse a retos y a riesgos, el uso combinado de objetos y materiales según intereses, ritmos lentos y juego motriz rápido…..la educación que hemos recibido nos llevará inconscientemente a reproducir patrones en los que “el niño” o la “niña” no participa, no es persona con los mismos derechos que posee una adulta y su autonomía solo es aceptada si no confronta con los intereses de docentes/familias.

Si no permitimos la elección, la posibilidad de que valoren riesgos, el esconderse, la no dependencia del adulto, el diálogo y la crítica…. el nuevo espacio tendrá impacto sobre la estética y el bienestar de los niños y niñas pero no tanto sobre la potenciación de sus capacidades, su flexibilidad y su autonomía. ¿Queremos una infancia libre y con capacidad crítica, o una infancia sobreprotegida y obediente? Muchas veces no estamos preparadas para escuchar y confrontar todo lo que son capaces de hacer sin nuestra “indispensable ayuda”.

La centralidad de todos nuestros objetivos y avances no puede ser otra que la interioridad del niño y de la niña, la posibilidad de permitirle vivencias emocionales y corporales en libertad

Si no permitimos la elección, la posibilidad de que valoren riesgos, el esconderse, la no dependencia del adulto, el diálogo y la crítica…. el nuevo espacio tendrá impacto sobre la estética y el bienestar de los niños y niñas pero no tanto sobre la potenciación de sus capacidades, su flexibilidad y su autonomía. ¿Queremos una infancia libre y con capacidad crítica, o una infancia sobreprotegida y obediente? Muchas veces no estamos preparadas para escuchar y confrontar todo lo que son capaces de hacer sin nuestra “indispensable ayuda”.

Cuando nos implicamos en proyectos como el que os hemos intentado transmitir tendemos a debatir sobre elementos que rodean a la infancia, la contextualizan y la moldean, facilitan su aprendizaje y su desarrollo. Pero no podemos perder de vista que la centralidad de todos nuestros objetivos y avances no puede ser otra que la interioridad del niño y de la niña, la posibilidad de permitirle vivencias emocionales y corporales en libertad, su valor como ser humano en el presente y no en el futuro.

Transformar lo interno

Para concluir, insistimos en que transformar el espacio exterior es un acto pedagógico y comunitario que requiere mucha formación y reflexión para que el resultado no sea únicamente una mejora estética. La transformación del espacio es un ingrediente indispensable hacia el cambio de mirada de la infancia, una mirada profunda que los niños y niñas nos están demandando a gritos. Somos capaces de avanzar en esa dirección, a veces hacia algo tan diferente que sentimos cierto vacío. La transformación de lo externo solicita también la transformación de lo interno, reencontrarnos respetuosamente con nosotras mismas para conectar con el interior del niño o la niña. Cambiar solo el espacio no es ninguna solución, pero acompañará de forma importante, es un primer paso. Como señala Antón (2019), “los espacios y los materiales son una base indispensable desde la cual dar el salto y hacer posible nuevas formas de acompañar a los y las niñas en sus procesos de aprendizaje pero sin descuidar la mirada hacia el interior”.

Aunque pueda sonar un poco desesperanzador para aquellas comunidades que están empezando, creemos que pintar algunos juegos de suelo, dar color a las paredes y poner elementos de juego sueltos en un patio de recreo no transforma. Llevar a cabo un potente proyecto de transformación naturalizando el espacio puede modificar la estética, mejorar el bienestar, reducir los conflictos, minimizar la ocupación mayoritaria del espacio por los chicos y acercar la naturaleza a la infancia, que no es poco, es un gran paso. No obstante, la verdadera transformación está en cómo se usa y en el acompañamiento que desempeña la persona adulta en este nuevo espacio, un adulto afectivo que es capaz de observar y dejar hacer, educando desde la revisión de su propio papel y el de la infancia.

Podéis consultar los otros dos artículos que hemos publicado en Barbiana sobre el tema en:

Bibliografía

Antón, V. (5 de junio de 2019) “La innovación pedagógica. Rincones, proyectos, ambientes. ¿Una moda? ¿Una nueva forma de nombrar las propuestas? ¿Un cambio profundo?”. [Entrada en blog]. Senda BCN. Recuperado de https://sendabcn.com/innovacion-pedagogica/

Fuertes, G. (1981). Historia de Gloria. Amor, humor y desamor. Madrid: Cátedra.

Hernando, T. y Tena, I. (2018). “Herramientas de bricolaje comunitario: como transformar un patio escolar”. En Actas del II Congreso Internacional de Innovación educativa. Celebrado en Zaragoza, 21-22 de septiembre de 2018.