El juego, trampolín al conocimiento

Laia: Por qué te refieres al juego, Rosa, como un trampolín al conocimiento?

Rosa: Tiene una explicación muy sencilla, el juego nos permite aprender de forma más fácil y rápida y por eso accedemos de forma exponencial al conocimiento.

Ahora bien, esta afirmación lo tenemos que fundamentar, y la fundamentaremos desde la neurociencia.A pesar  nuestra complejidad, hablaremos de unos cuántos conceptos que nos facilitarán integrar el juego a nuestra vida. quedaréis convencidos!

1. No vemos la realidad, el cerebro la crea

Nuestros sentidos son filtros de una realidad objetiva que nuestra mente transforma en totalmente subjetiva. Cada mente es exclusiva y cada realidad única. Y cuando jugamos, las realidades que podemos crear son diversas, ricas, imaginarias, muchas veces libres… Tantas como queramos imaginar. Y recordemos que la imaginación es la antesala de la creatividad.

Laia: El juego en la etapa infantil nos permite estimular la capacidad imaginativa y prepara el niño para desarrollar el proceso creativo. A partir de los 6 años aproximadamente, ya está preparado para poner en marcha sus fases: preparación, incubación, iluminación y planificación. Elementos que aplicados al contexto educativo facilitan la motivación y la implicación de los alumnos en el aprendizaje y llevan al hecho que los alumnos analicen, organicen, tomen decisiones y creen. Además, si fomentamos la colaboración entre ellos, influimos a potenciar el enriquecimiento individual gracias a la interacción establecida.

Rosa: Esta diversidad vivencial que experimentamos en el juego, la vivimos sin riesgo, sin la amenaza que nos puede suponer nuestra vida cotidiana en momentos determinados.

Nos predisponemos fácilmente a experimentar la experiencia y a enriquecerla a través del juego.

2. Tenemos capacidad plástica y un cerebro en constante transformación

Las redes que nos permiten pensar, sentir y comportarnos son plásticas a lo largo de toda la vida. A pesar de que cuando niños tenemos una especial habilidad en este arte, porque con pocas horas de vida ya aprendemos de nuestro entorno y de nuestros referentes. A través de la imitación empezamos a explorar el mundo con la implicación de nuestros sentidos, la curiosidad y el interés, incorporando el juego como camino de aprendizaje. Somos personas exploradoras del mundo, intrépidas protagonistas de la experiencia a través de la cual incorporamos el conocimiento.

Vivir es transformarse y vivimos pensando, sintiendo y comportándonos.

El cerebro no tan solo crea la realidad, sino que se entrena experimentándola. Y se puede entrenar creando redes de habilidad o de incapacidad. ¿Verdad que tenemos claro qué es lo que nos interesa? No creéis que una experiencia donde se minimicen los riesgos, afloren las emociones y nos genere bienestar es una de las mejores maneras para transformarnos? El juego tiene estas características.

Jugando nos transformamos e incorporamos conocimiento experimentando el placer del la experiencia.

Laia: Este placer se incrementa cuando activamos todos los sentidos y sobre todo en las primeras etapas, donde los niños todavía no han desarrollado la capacidad de abstracción. Hace falta que toquen, experimenten, se muevan…, puesto que solo a través del “hacer” podrán construir conocimiento, aprender rutinas, reconocer al otro, etc. Si además el juego se desarrolla en contacto con la naturaleza, mejora la capacidad de concentración y el bienestar tanto de los niños como de los adultos y nos predispone a interactuar a través del movimiento. Elemento imprescindible para cuidar el bienestar físico y emocional.

Laia: ¿Pasamos en su punto tercero Rosa?

Rosa: ¡Hecho!

3. Me transformo desde mi llegada al mundo y hasta que me voy!

La experiencia vivencial genera que nuestro cerebro estructure redes asociativas cambiantes, para hacer así posible la experiencia humana. El cerebro se transforma, y transformado, transforma el mundo. Y este mundo, transformado, entra de nuevo,  a través de nuestros sentidos, lo interpretamos y de nuevo cambiamos!… Un ciclo de percepción y acción como lo denomina el Dr. Joaquin Fuster. Pues bien, este proceso es activo desde nuestra llegada al mundo. Somos sociales antes que individuales,  aprendemos por imitación desde las primeras horas de vida y tenemos, a medida que vamos creciendo, capacidad para interpretar lo que piensa el otro y sentir lo que siente el otro. Esta capacidad empática la ejercemos en el juego y la hacemos crecer en la experiencia lúdica. Podemos experimentar realidades ajenas y ser capaces de representarlas por más ilusorias y extrañas que puedan ser, y en este ejercicio de personalización diversa…

Exploramos y aprendemos ampliando los límites de nuestra realidad cotidiana.

LaiaQuien no se ha parado a observar nunca un niño que juega a representar situaciones reales con títeres? Este hecho, que a simple vista puede parecer poco significante, tiene la capacidad de ayudarle a buscar soluciones en diferentes situaciones que pueden surgir en su día a día. A través de la imaginación y la representación mental, integra comportamientos sociales, que le serán útiles en el futuro. El “juego simbólico” ayuda a desarrollar habilidades cognitivas y sociales imprescindibles.

Quien no se ha parado a observar nunca un niño que juega a representar situaciones reales con títeres? Este hecho, que a simple vista puede parecer poco significante, tiene la capacidad de ayudarle a buscar soluciones en diferentes situaciones que pueden surgir en su día a día. A través de la imaginación y la representación mental, integra comportamientos sociales, que le serán útiles en el futuro. El “juego simbólico” ayuda a desarrollar habilidades cognitivas y sociales imprescindibles.

Laia: ¿Vamos a por el cuarto, Rosa?

Rosa: ¡Vamos!

4. ¿Podemos dirigir la transformación de la realidad cotidiana?

Dado que nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos, durante el juego, tenderán a ser más saludables y adaptativos, de una forma no consciente tenemos tendencia a automatizar hábitos en este mismo sentido. Nuestras emociones, en el proceso, ayudan a imprimir en la memoria lo que experimentamos. Generamos neurotransmisores de la felicidad, neurotransmisores que alimentan el sistema inmunitario, con efectos antiinflamatorios, y que favorecen el aprendizaje. El juego hace que los centros de recompensa cerebral estén activos y que se liberen:  Serotonina (estabilizador del estado de ánimo), Dopamina (neurotransmisor de la motivación por excelencia), Endorfinas (neurotransmisores de la felicidad y bienestar), Oxitocina (neurotransmisor que favorece el vínculo)…  Si incorporamos el juego de forma habitual en nuestra experiencia, automatizaremos en la realidad cotidiana pensamientos, sentimientos y comportamientos saludables. De forma natural, entramos en un proceso de aprendizaje que nos puede acompañar durante toda la vida, porque cuando jugamos experimentamos placer y el placer nos motiva a repetir la experiencia.

El estímulo del juego despierta la Curiosidad y el interés para facilitar que nuestra ATENCIÓN  (tanto consciente como inconsciente) abre la puerta al conocimiento.


El juego

Prescripción d’aquest “remedio” maravilloso con efectos secundarios y indicaciones

Indicaciones

Estímulo de la curiosidad. Fomento de las relaciones. Favorece la flexibilidad de conducta. Regula las emociones. Autoconocimiento. Observación de las coincidencias y aceptación de las diferencias. Indicado para la autoconfianza y para mejorar los valores y confianza en los otros. Facilita el aprendizaje.

Efectos secundarios

Elevado grado de contagio de los efectos positivos. Más impacto al compartir. El entorno alegre de los niños y niñas influye también en el cerebro adulto. Facilita la resiliencia en el adulto. Facilita la creatividad. Automatiza el bienestar. Fomenta el movimiento. Entrena la expresión auténtica.


                                                          

Laia: Rosa, no te descuidas las contraidicaciones?

Rosa: Gràcies, Laia

NOTA IMPORTANT:No presenta contraindicacions

Autoras del libro Educarnos para educar. Neuroaprendizaje para transformar la educación. Barcelona: Paidós.